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Las empresas son como los matrimonios

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Si no es la primera vez que me lees ya sabrás de qué pie cojeo y es que, no creo en el éxito de una empresa por su volumen o sus recursos. No bajo mi punto de vista. El triunfo de una organización se mide por su capacidad a la hora de atraer y retener el mejor talento, por tener líderes que, además de ser buenos profesionales son buenas personas y, porque entiendan la importancia de transmitir a su equipo la trascendencia del trabajo que realizan y éstos pongan a su disposición todas las facilidades posibles para sacar lo mejor de si mismos. Todo ello, hará posible que la empresa mejore su cifra de ventas y beneficios con personas que disfrutan de su trabajo.
Estos son aspectos que suelen salir a la luz en los artículos de AlwaysPeopleFirst.


 Sin embargo, hoy quiero ir un paso más allá poniendo sobre la mesa una idea que hace un tiempo me ronda la cabeza: las empresas no son muy diferentes de los matrimonios.
Las relaciones y los negocios tienen mucho más en común de lo que nos pensamos. Y es que, igual que hemos oído que una relación de pareja sana debe basarse en el compromiso, la perseverancia, la empatía y la confianza, creo que estos mismos valores pueden –y deben– aplicarse en el mundo empresarial.
 

Las mariposas del principio.


Dicen los expertos que en toda relación de pareja se pueden distinguir varias fases que van desde el enamoramiento al amor maduro. En toda relación sana pasamos de idealizar a nuestra nueva conquista a alabar con medida sus puntos fuertes, a entender sus puntos débiles y a ayudarle a superar sus retos. Sin embargo, si la relación va mal sólo seremos capaces de ver lo peor de la otra persona. ¿No te parece que esto mismo te ha pasado o te puede pasar en el trabajo?
Perder el encanto es una posibilidad, pero si queremos podemos resolverlo. Aquí, es donde entra en juego el concepto de implicación. Los dos miembros de la relación –ya se afectiva o laboral– deben esforzarse e implicarse a diario para cimentar un vínculo fuerte que no se tambalee a la primera de cambio. Si estamos implicados seremos capaces de remar todos a una y no abandonar el barco en los momentos difíciles.


Los detalles marcan la diferencia.


Construir una relación de pareja sana y duradera no es trabajo de un día. Aunque no existe una receta mágica que nos garantice que nuestro matrimonio va a durar para siempre sí que somos conscientes que son los pequeños detalles y el trato del día a día los que hacen que nos unamos más y por más tiempo.
Esto mismo se puede trasladar a tu negocio y es que si quieres trabajadores realmente implicados y comprometidos a largo plazo no basta con ofrecer salarios altos y bonificaciones a final de mes. La motivación en el trabajo tiene, como explicaba Dan Ariely en su libro Payoff, orígenes mucho más intrínsecos.
 

Problemas, problemas y más problemas.


¿Y qué ocurre cuando los problemas aparecen? Ya os lo digo yo, nos avergüenza reconocerlo y obviamos que estamos pasando por momentos más delicados.
Por lo tanto, llegados a este punto, lo primero que debemos hacer es asumir que la perfección no existe y que de un bache podemos salir reforzados. Acto seguido, hay tomar conciencia sobre qué tipo de problemas nos están afectando y preguntarnos si somos capaces de resolverlos por nosotros mismos.
Si la respuesta a es un «no» rotundo, hay que pasar a la acción y buscar consejo en el exterior. ¿Qué hay de malo en pedir ayuda profesional para solucionar los problemas de nuestra empresa? ¿Si lucharías por tu matrimonio, por qué no hacer lo mismo con tu empresa?

Con esto lo que quiero dejar claro es que si un líder consigue desarrollar las habilidades para hacer que una relación funcione también las tendrá para lograr que su empresa triunfe, solo necesita una visión externa que le acompañe en este camino.